Archivo mensual: marzo 2019

Las badlands del Puerto de la Cadena

LAS BADLANDS O TIERRAS MALAS MURCIANAS (I)

 

 

 

Puerto de la Cadena-Paraje de las Badlands

 

No sé porque he usado el término inglés, tal vez porque define con más exactitud lo que voy a contar o solamente sea por pecar un poco de esnobismo y presumir de entendido de idiomas – cosa que no soy ni por asomo, desgraciadamente- pues ni siquiera se puede decir que domine el español, si acaso el hablar murciano pues en él me he criado y mamado desde mi niñez. Luego vino eso de leer sin continencia y por ahí fui adquiriendo el conocimiento del lenguaje “correcto”,  pues según los maestros y profesores que tuvimos en su tiempo nosotros no hablamos el español académico u oficial, sino un dialecto, hablábamos mal, una variante del castellano eso sí trufado de palabras de origen árabe y de origen catalán, algo que había que corregir,( recuerdo o más bien mi madre recordaba, que cuándo nos trasladamos del campo de Cartagena  donde vivíamos a Murcia, el día que me llevó a  las escuelas Preparatorias, que estaban cercanas y lindando con el Jardín Botánico, el maestro-tuvo que ser D. Victoriano- al oír como hablábamos nos preguntó si éramos andaluces)  secuelas que quedaron de aquella lejanísima y por muchos olvidada interesadamente o no, vete a saber,  conquista de la Murcia musulmana por el gran rey aragonés D. Jaime I bien llamado y reconocido por la historia como el Conquistador, que al mando de sus huestes aragonesas- catalanas puso la ciudad en bandeja a su yerno D. Alfonso, llamado posteriormente el Sabio, aplastando la sublevación mudéjar que había dado pie el incumplimiento por los cristianos de los acuerdos con los moros que dieron pie a la entrega de la ciudad a Castilla y negociado por el entonces príncipe D. Alfonso hijo mayor de D. Fernando III el Santo, y por tanto heredero de la corona. Aquí se establecieron sus caballeros que asentaron sus casas y apellidos  con el repartimiento que tuvo lugar a raíz de la conquista, y como no el conocerse Murcia por aquella época como uno de los sitios que mejor se hablaba su lengua, el catalán-mal que les pese a algunos- pero la historia es la historia y de poco sirve negarla o ignorarla, y además del flaco favor se nos hace a los murcianas por ello. Nosotros somos lo que somos, y no podemos renegar de nuestros orígenes pues entonces no se entendería nuestra habla ni nuestras costumbres y peculiaridades, o en román paladino, somos mestizos y somos fronterizos, primero con los moros y el reino de Granada, y después con los catalano- aragoneses   o si queréis mejor con los aragoneses- catalanes que tanto da o tanto monta.

 

Bueno, me parece que me he perdido en los vericuetos de la lengua y del hablar, pues bien cierto es que cada región, por no hablar de reinos, tiene su forma peculiar de hacerlo, ricos en nuestra diversidad y unos en nuestra unicidad (Uno y Trino como creemos y decimos los cristianos), y que esto nadie lo ponga en duda ni lo discuta.

 

Y volviendo al tema que nos interesa,  sin darme cuenta me he ido por los Cerros de Übeda”,  hablábamos de “badlands” o tierras malas o improductivas en la región. Creo recordar, si la memoria no me falla, que en Murcia y conocidos por todos estaban y están reconocidas como tal los Barrancos de Gebas-formaciones erosivas constituidas por barrancos, cañones y cárcavas-, sitio singular donde los haya, al pie mismo de la Sierra de Espuña en el entorno al norte de Alhama y  Librilla. Ahora, y al decir ahora me estoy refiriendo a que hace poco que los he descubierto,  hay otra zona o parajes de extraordinaria belleza además de los susodichos y se encuentran muy cerca de la ciudad de Murcia, en las proximidades del  Puerto de la Cadena, “escondidos” y a las espaldas mismas del parque regional del Valle y sierras del Puerto y Carrascoy. Tantos años pasando por sus inmediaciones y sin tener noticias de este lugar tan especial. Esta región, mi tierra, no deja de sorprenderme por su riqueza y diversidad etnográfica, cultural y paisajística.

 

Hace unos días un grupo de amigos organizamos una excursión a estos parajes, guiados por los especialistas del grupo en senderismo, y que previamente habían explorado el recorrido por aquello de que estamos limitados por la edad y había que adaptar en recorridos y en tiempos y ajustarlo al perfil de los excursionistas (que yo me atrevería a calificar, sin ánimo de ofender a algunos, de un  perfil “agé”, como sabiamente y con finura dicen los franceses y que parece que suena mejor y más suave y musical que en español y ni que decir tiene que en murciano) para hacerlo viable y asumible.

 

Así que una mañana “trempano”(perdón por el murcianismo) nos dirigimos con ánimo iniciático y descubridor al lugar de la cita y concentración en la cumbre misma del Puerto de la Cadena en el área de servicio de la autovía de Cartagena a caballo de la huerta al norte, y del campo al sur, las dos facetas que caracterizan y forman la peculiaridad de nuestra tierra, el regadío tradicional de la vega del Segura y el secano campero (ya menos secano) de la planicie del campo de Murcia y Cartagena, las vertientes y estribaciones al mediodía de las Sierras del Sistema Penibético que mueren o terminan a la vista del mar Mediterráneo y del Mar Menor.

 

Grupo variopinto y colorido, visiblemente reconocibles como más rechonchos y laxos de transeúntes urbanos los unos, o  como más ascéticos, estilizados y de pura fibra, senderistas de pura cepa y tradición, los otros, que por sus hábitos y aspecto  los reconoceréis, incluso por su forma de hablar y conocimientos. Entendidos en geología y botánica, etnógrafos y geógrafos y hasta un poquito de astrónomos y magos, y por supuesto con un toque de coreógrafos y escenógrafos. Porque algo de magia y toque especial se tiene que tener para ir dosificando la exposición y conocimiento, la puesta en escena  en un in crescendo subliminal de la naturaleza que nos rodea en ascetismo y aridez que  nos muestran con esa insólita  belleza la manificiencia del paisaje de las Badlands murcianas.

 

(Continuará)

 

Murcia, 3 de marzo de 2019

 

 

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El té moruno

EL TÉ MORUNO

Historias inverosímiles de la ciudad (I)

 

El té moruno- MG_1808

 El té moruno

 

Bajaba por la calle de Correos desde la plaza de Cetina, había anochecido y tranquilamente me dirigía a casa después de hacer unas compras que necesitaba para hacer unos trabajos de restauración que llevo a cabo de una caja antigua de madera del tipo neceser, un trabajo de los mal  llamados manualidades, por eso de emplear las manos para su ejecución.

 

Y a la altura de la calle donde se encuentra la pastelería de La Peladilla me llamó la atención  una pareja que iban comiendo el famoso pastel de Cierva, una de las joyas gastronómicas de la región de Murcia. La pareja, unas personas de cierta edad paseaban tranquilos, se paraban en los escaparates comentando algo que les había llamado la atención y saboreaban el pastel, se les veía muy unidos y trasmitían ese clima especial, de afinidad que solo el paso de los largos años de convivencia va dejando como un poso, como un efluvio que se percibe y que no se resiste a un mediano observador.

 

Por un momento los envidié, como pareja y como entendidos por elegir el pastel Cierva, eran murcianos por supuesto, estaba clarísimo, esa costumbre de tomar un pastel paseando, – puede ser también el clásico pastel de carne-  a esta hora (como una improvisada e informal  merienda-cena) es un recurso económico e informal que utilizamos los murcianos con bastante frecuencia y que podemos considerar como una seña de identidad inconfundible de las costumbres gastronómicas murcianas.

 

Los rebasé y como había salido andando de casa para desplazarme al centro estaba algo cansado y con la boca reseca, el día había sido caluroso y me apetecía parar para descansar un poco y beber algo, tenía una meta cercana. En la calle de Ceballos continuación de la de Correos han abierto una tetería y pastelería árabe donde elaboran un té moruno excelente.   Tengo que reconocer que siento especial debilidad por el té moruno, es algo que viene de lejos y aceleré porque estaba cerca y allí podría descansar y disfrutar del té, y relajarme un poquito antes de emprender la última etapa del paseo hasta mi casa.

 

Allí estaba, el local estaba vacío y las puertas abiertas de par en par porque la temperatura era tan cálida todavía que parecía que estábamos en una primavera avanzada, más propia del mes de mayo que del de febrero. Me senté y pedí el té, conozco al dueño y me recibió con esa amabilidad que da el conocimiento del cliente.

 

Mientras que me preparaban el té estaba intentando imaginar cómo habría sido la antigua Murcia musulmana, aunque bien ubicado si que estaba y creo recordar que la manzana toda antiguamente estaba ocupada por el Alcázar Mayor, residencia de los antiguos reyes o gobernadores de la Taifa murciana y en eso estaba cuando ví llegar a la pareja que me había cruzado momentos antes en la calle de Correos. Se habían parado en el escaparate a contemplar el género que ofrecía el local y después de dudar un poco se decidieron a entrar, miraban el mostrador mientras el dueño les explicaba las diferentes especialidades de pastelería árabe que elaboraban – son especialidades del oriente medio y no del norte de África que son las que más conocemos  por cercanía pero que no tienen mucho que ver las unas con las otras. Estaban cerca de donde estaba sentado y como al desgaire y para animarlos les dije que todas ellas estaban buenísimas y además que se complementaban muy bien con el pastel de Cierva que se habían comido. Me miraron extrañados y después de elegir los pastelitos que querían se dirigieron a a una mesa situada al fondo del local cerca del obrador.

 

Me habían servido el té en una pequeña tetera y después de verterlo en el vaso de cristal tallado el aroma a hierbabuena me envolvió y se materializó en mi mente el ambiente  exótico y oriental que tuvo que ser nuestra ciudad  en aquellos años tan lejanos del medievo murciano, y con esa recreación mental de lo que podría ser, me dedique a saborearlo, hasta agotar el contenido de la tetera.

 

Había terminado el té, había descansado y calmado la sed, así que pagué y ni corto ni perezoso me dirigí a la pareja que seguían en el fondo  disfrutando de lo que habían pedido y les pregunté que como estaba lo que estaban tomando, un té moruno el hombre y una infusión de azahar la mujer acompañados por un surtido de pastelitos. Nos presentamos la mujer dijo su nombre y me presentó al marido como Paz, Paz  le dije yo, que nombre tan bonito, es la primera vez que conozco a un hombre que se llame Paz, curioso y hermoso nombre. Ha tenido alguna relación con el instituto Alfonso X el Sabio? le pregunto. Y me responde: Sí, fui profesor durante algunos años, pero no estudié en el mismo, yo vengo de Lorca.

 

El hombre intrigado no resiste el preguntar ¿pero como sabía usted que habíamos comido el pastel de Cierva? Bueno, se lo cuento, ellos ni siquiera me habían visto pues me daban la espalda cuando yo pasé a su lado. Nada de magia ni de poder de adivinación. Hablamos de los atractivos de Murcia, de que hacía poco habían descubierto maravillados el Palacio de Las Claras, residencia de  verano de los reyes moros de taifas, de los proyectos de recuperación de las fortalezas y palacios de Monteagudo, de la recuperación y puesta en valor de la huerta. Extraño? En Murcia la comunicación entre desconocidos no es nada extraña sino más corriente de lo pensamos, surge a veces así espontánea y sin darnos cuenta siquiera.

 

Nos damos la mano y nos despedimos, en la esperanza de encontrarnos algún día de nuevo por la calle, ya nos conocemos.

 

Se había hecho tarde y tenía que regresar, todavía me queda un un buen tramo del trayecto de vuelta. Salgo aprisa por detrás de la Convalecencia  y al llegar a la altura de calle de la Gloria un impacto me deja confuso, es el azahar, el fuerte perfume de azahar traído por la cálida brisa nocturna procede de un par de frondosos naranjos todavía cargado de naranjas amargas que festonean con sus hojas oscuras la ciudad, me detengo a examinar con más detenimiento los naranjos y en la penumbra de la noche y mal alumbrado por las farolas allí está, una floración temprana, copiosa e inesperada del azahar murciano, un perfume intenso, persistente y abrumador anunciado, ahora sí, que la primavera ha llegado.

 

A veces  y de forma extraña se dan ciertas circunstancias que dan que pensar, y esta noche esa conjunción de sucesos se ha dado, y todo se ha precipitado por culpa del té moruno,

 

A las puertas de la Gloria

el azahar nos ha alcanzado,

Ay, que en el oriente murciano

 En la cálida noche,

 la primavera se ha declarado.

 

 

Murcia, 1 de marzo de 2019

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