Archivo mensual: abril 2021

Un mirlo en mi balcón…

UN  MIRLO EN MI BALCÓN…

Diario de una pandemia

Mirlo negro o merla.

Es lo que suele pasar en estos tiempos de pandemia, disponemos de más tiempo lo que tiene unas consecuencias inmediatas, nos fijamos más detenidamente en el entorno que nos rodea con lo que nos damos cuenta de detalles, pequeños sucesos y escenas que nos hubieran pasado inadvertidos anteriormente.

Esta misma mañana un mirlo se ha posado en mi balcón, no es que sea un hecho tan extraordinario, no, si tenemos en cuenta que con la pandemia los pájaros en general han ganado en espacio disponible y se atreven a llegar donde antes no se les veía o se les veía menos, pero últimamente parecen haber perdido el miedo o la inhibición ante las personas y se acercan más confiados por no decir más desafiantes a los humanos. Ya no solo son lo humildes gorrioncillos los que revolotean alborozados a nuestro alrededor buscando unas migas de pan, o las perseguidas y denostadas palomas por aquello de los daños que producen con sus excrementos en los monumentos de la ciudad. Hace tiempo que los mirlos se decidieron y apostaron por la ciudad pues los encuentras en los parques y jardines de la misma,  es el  ejemplo más emblemático de la colonización de los espacios urbanos por esta especie tan peculiar y no solo por su aspecto si no también por su capacidad cantora con la riqueza de sus registros musicales.

Nunca los veras en bandadas, siempre solos o en pareja, atraen la mirada con su forma de andar dando saltitos, su misma prestancia y brillante plumaje negro en los machos y su pico anaranjado que realza y contrasta el conjunto, dándole un aspecto de dandy presumido y enamorador de hembras, seguro de sí mismo, e inconfundiblemente elegante.

Se relaciona con su entorno sin complejos, con actitud desinhibida y con su aguda y firme mirada oteando en busca de comida pues son glotones por naturaleza, que no solo de lombrices se alimenta, guárdate de ellos porque si tienes una parra en producción se apuntara a sus frutos tanto para los desayunos como para las meriendas y sin olvidar por supuesto las comidas. Se escandalizan y protestan con los echas con cajas destempladas. Y es raro el día que no me los encuentro, en cierto modo me han ayudado a comprender que la vida, la naturaleza y la misma creación toda, sigue su curso y que nosotros los humanos tal vez no seamos tan importantes e imprescindibles como creemos. Es decir a relativizarlo todo un poco.

Si como parece ser las aves, son los descendientes directos de aquellos del Jurásico, los sobrevivientes de aquella terrible extinción provocada por un gran asteroide al estrellarse contra el planeta, si han sido capaces de sobrevivir a todo eso, quizá sean también capaces de sobrevivirnos a nosotros los humanos unos cuantos millones de años más. Y no estaría de más el fijarnos y observarlos porque podríamos sacar unas enseñanzas provechosas. Y por supuesto que de esta pandemia vamos a sacar un conocimiento más profundo de nosotros mismos, de lo que somos y de lo que podríamos llegar a ser.

Murcia, 12 de abril de 2021

Nota:

Tanto en catalán como en el hablar murciano, el mirlo es conocido con el nombre de “merla”. Secuelas lingüísticas que arrastramos de la conquista de Murcia por el rey Jaime, mal que pese a algunos.

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Esa mirada tan escudriñadora…

ESA MIRADA TAN ESCUDRIÑADORA…

Gutierre de Cetina- Soldado y poeta del Siglo de Oro español(Siglo XVI)

Diario de una pandemia.

Sí, el rostro de las personas es lo que nos retrata lo que constituye a identificarnos como humanos, lo que nos distingue de los demás, lo que sirve para relacionarnos, pues no podemos olvidar que de los cinco sentidos cuatro están localizados en el rostro, a saber, el olfato (la nariz), el gusto (la boca), el oído (las orejas), la visión (los ojos) e incluso el tacto en la parte proporcional que le corresponde.

El rostro es cambiante y su expresión se manifiesta según y cómo sean las circunstancias que nos rodean y nos afectan, puede manifestar todos los estados de ánimo posibles: alegría o tristeza, decepción o duda, pesar y dolor, sorpresa o indiferencia, etc. Y aúna el lenguaje corporal de los gestos con el lenguaje normal en que nos expresamos y con el subliminal de la mirada.

Pero algo ha venido a alterar ese equilibrio y extraordinaria capacidad expresiva y de comunicación con los demás en estos tiempos de pandemia que nos ha tocado vivir: la mascarilla. La mascarilla ha sumido al rostro en la indefinición de una obra inacabada e incompleta, ha alterado el equilibrio de nuestros cinco sentidos, y la percepción que teníamos en nuestra relación con los demás se ha desequilibrado, atenuando unos y potenciando otros.

 La fisonomía, la orografía del rostro ha cambiado de forma radical porque la nariz, la boca e incluso la barbilla desaparecen de la escena, las orejas han pasado a ser mero  soporte y anclaje imprescindible del accesorio, el habla y el oído se ven deformados y alterados en su función y solo nos queda disponible la visión, los ojos, la mirada.

La mirada, Dios mío la mirada! la mirada siempre ha sido como el colofón de la comunicación humana, el culmen, la apoteosis, el misterio y el encantamiento. La mirada se ha potenciado, ha alcanzado su apogeo, ha llegado a lo más alto. Una mirada lo mismo puede fulminar que acariciar. El escudriñar el mensaje en la mirada es el nuevo reto, pues tenemos que suplir la falta de información que no nos llega de las partes ocultas del rostro, vamos a percibir reflejada en la mirada (que no a ver) la sonrisa que queda oculta tras la mascarilla, o el rictus de disgusto o desesperación.

Ha sido y es un reto a superar, porque nuestra mente estaba acostumbrada a procesar todos los datos y la información que nos llegaba de todo el rostro. Y ahora tenemos que esforzamos por completar ese déficit, y ver en la mirada la información que se nos esconde por y con la mascarilla.

 Miramos e intentamos ver más allá, en la mirada del otro, ese brillo especial, esa chispa, esa lucecita que procede del alma misma, de lo más escondido del ser, de la más recóndita intimidad y de lo más profundo, ese destello de humanidad que se dispara como un arco eléctrico entre sus dos polos, un puente luminoso, por el que transita  y nos llega la información sobre el otro, es el culmen de la comunicación y no solamente en lo físico, sino mismamente en lo espiritual.

 Y es entonces cuando nos llega como un deslumbramiento, como un flash, y nos damos cuenta que si en algo hemos ganado en esta situación y con las desfavorables circunstancias que nos rodean, es en eso, en esa nueva capacidad de vislumbrar al otro en toda su plenitud, en toda su humanidad, en y con la mirada, en la acción de mirar y ser mirado.

La mirada es la reina de la comunicación, la que nos identifica como personas, la firma digital, el sello indeleble que garantiza nuestra genuinidad, y nunca, nunca jamás su plenitud e idoneidad podrá ser sustituida por ninguno de los otros sentidos.

Murcia, 4 de abril de 2021

Y AQUÍ TENEMOS UN EJEMPLO POR EL QUE NO PARECEN HABER PASADO LOS SIGLOS

Ojos claros, serenos, de Gutierre de Cetina

Un madrigal de un soldado y poeta español del Siglo de Oro español (siglo XVI)

Ojos claros, serenos, si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.

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