¿El picudo rojo…?

¿EL PICUDO ROJO…?
O las palmeras de Muher

Palmeras de Muher en el Martillo

Palmeras del Martillo o Mirador ( Muher)

Paso casi todos los días por delante de ellas, y son las únicas plantas que permanecen inmunes a la contaminación y a las plagas y sobre todo al picudo rojo, aguantan las sequías sin inmutarse y no precisan cuidados especiales como la poda de sus ramas, pues aunque las plantas de las que estoy hablando son palmeras, ciertamente son unas palmeras bastante peculiares y además están situadas en un lugar emblemático y que trae muchísimos y entrañables recuerdos para mí.

 

Me refiero por supuesto a las palmeras situadas en el recodo que forma el Martillo o Mirador del palacio del Obispo con el antiguo Seminario Mayor y a dos pasos de mi antiguo Instituto, el Alfonso X el Sabio de Murcia – el hoy llamado Licenciado Cascales-.

 

Es así que no lo puedo evitar y siempre les echo una mirada entre curiosa y admirativa, siento por ellas una especial atracción, su fisonomía me produce un cierto desasosiego, una cierta inquietud, y que tiene que ver con la manifestación de una querencia, y con el lugar, y con el mensaje estético del autor o autores, y muchísimo que ver con aquellos años de mi infancia y adolescencia, y vienen a mi memoria los ratos que disfrutábamos del recreo, aunque eso sí, difuminados y casi olvidados por el paso de los años.

Contrariamente a muchos de mis antiguos compañeros, mis recuerdos de aquellos años, son bastante imprecisos, un velo de sombras se obstina en no dejarme ver con claridad, como si una mancha macular se extendiera en esa zona, o mejor debería decir en ese tiempo de la memoria, pero aún así si recuerdo los futbolines bajo las arcadas del martillo, que alegraban nuestros juegos infantiles en una competencia feliz, al vendedor de regaliz con su haz de jugosas y aromáticas raíces a la espalda que expendía trocitos de regaliz, o bien al truhán que intentaba engañarnos con los juegos de azar, y poco más. Los recuerdos son bastante imprecisos. Pero de esa misma imprecisión me viene al recuerdo la existencia de alguna palmera en el lugar en ese mismo recodo, pero no podría precisar si verdaderamente existió, la fecha de su desaparición ni el motivo por el que desapareció.

 

Que poco más puedo decir sobre este tema, pero la vida continua, a lo largo de los últimos años hemos retomado las antiguas rutas y caminos de la ciudad que tan familiares nos fueron en un tiempo y que por circunstancias habíamos dejado de andar y la presencia de las palmeras ha sido como un revulsivo, nos ha condicionado y fijado al lugar, el sentir una sensación extraña al pasar bajo ellas.

 

Su aspecto un poco fantasmagórico pero bello, como un esqueleto de tronco de entrelazado hierro corten y sus ramas de ondulante cobre oxidado y patinado que recuerdan las antiguas espadas o falcatas ibéricas dobladas en los antiguos ritos de enterramientos de nuestros lejanos antepasados, pues si su aspecto diurno ya nos sorprende e inquieta por su fuerza, es en su aspecto nocturno y con esa iluminación especial la que acentúa esos inquietantes y afilados aspectos. Como si el espíritu antiguo de la ciudad perviviera en esas palmeras en una percepción de desierto o de oasis, recordando y reafirmando su origen árabe y se tradujera en un sentimiento de cortante corporeidad y a la vez de difusa y fantasmagórica irrealidad. Tal vez sea eso lo que te atrae de ellas.

 

O como dicen sus autores en una declaración de principios (Muher)

Nunca hemos buscado expresar nada raro ni nuevo, sino de un modo diferente, personal y único, la propia, sin buscar hacer obras para el público sino un público para nuestras obras.

 

Porque si se trata de eso, creo que lo han conseguido plenamente, al menos conmigo.

 

Y que extraña y metálica polinización puede haber dado lugar a la creación de otras tantas frente a la casa de Miguel Hernández en Orihuela.

 

Solo nos queda decir una cosa: Curiosa, bella, sorprendente e inquietante obra la de este o estos Muher.

 

 

Murcia, 8 de febrero de 2015

 

Nota del escribidor:

Cuando la ciudad no deja de sorprendernos.

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El poder de una mirada

EL PODER DE UNA MIRADA…

 

La mirada de un niño 1

La mirada de un niño

Son tantas las cosas importantes que nos pasan desapercibidas, y no me refiero a aquellas que son tan lejanas que no las podemos percibir por su misma lejanía, sino a las que nos son cercanas y pasan en nuestro entorno familiar por poner un ejemplo. Si observamos, si estamos pendientes, podemos quedar sorprendidos por la pujanza y la fuerza de la manifestación de una frase transida de sentimiento y emoción, por una mirada, por un gesto…

 

Me perdonaréis si soy redundante y a veces pesado, pero el contacto continuo con mi nieta posibilita y acentúa la cosa, pues soy un observador incansable e interesado de lo que le sucede cuando estoy a su lado, y escruto sus más nimios movimientos y manifestaciones.

 

A veces es un gesto, otras veces una frase, otras una mirada…Pero cuando se da la conjunción de las tres cosas entonces la cosa, la situación, puede alcanzar desde el punto de vista de los sentimientos una magnitud arrasadora, una emoción devastadora, una impresión indeleble, como una especie de tsunami, que te golpea en los mas recóndito de tu ser y hace vibrar las fibras mas sensibles en tu interior.Y queda como una instantánea, como un flash, como un resplandor de plata, grabado a fuego en tu memoria. Eso es lo que me ha pasado, he estado dándole vueltas, dudando, pero por fin esta tarde me he decidido y aquí estoy intentando dar forma en este post a lo que sucedió.

 

Así algo aparentemente tan sencillo como eso, el gesto, la frase y la mirada, pueden quedar como una referencia de por siempre, de uno de esos momentos inolvidables que marcan tu vida.

 

Pues centrándonos en el tema. Eran las primeras horas de un sábado por la mañana del pasado mes de enero, mi hija se iba al trabajo- están ensayando una coreografía de unos nuevos bailes que su compañía va a estrenar en el teatro Romea esta primavera- y en esas horas la niña queda a nuestro cargo. Ella estaba rondando alrededor de la madre viendo los preparativos, y su madre que nos daba las instrucciones sobre el caso, y cuando su madre dijo: ¡Bueno, me voy!

 

Levantó ella la carita enmarcada de rizos rubios hacia su madre y con un tono entre compungido y de súplica, de una extraordinaria ternura, manifestando un profundo amor y también un poco de resignación dijo: ¡No te vayas mamá!

 

Pero ¡Dios mío! ¡Que mirada! ¡Que mirada! Fue algo inenarrable, electrizante, la atmósfera se podía cortar, aguanté la respiración transido por la emoción, el tiempo parecía haberse detenido y sentía que el Universo y los planetas giraban en silencio a nuestro alrededor, como si la fuerza gravitatoria de los sentimientos les hubiera afectado y alterado su campo magnético, y que entre madre e hija era denso y a la vez tierno como la mantequilla, y allí estaba yo absorto, emocionado y a la vez asombrado, apabullado por el poder de la intensa mirada que acentuaba la comunicación- ya sin palabras- entre madre e hija. Contemplando tanto sentimiento, tanto amor como era capaz de trasmitir una mirada, la mirada de súplica de una niña de dos años y medio.

 
Murcia, 5 de febrero de 2015

 

Nota del escribidor:
«El ojo puede amenazar como cuando apuntáis con un fusil cargado, puede insultar como un silbido o como un puntapié; y bajo otra impresión con miradas de ternura, puede hacer saltar el corazón de alegría… ¡Qué riada de vida y de pensamientos se descarga por ellos de un alma a otra! La mirada es un poder mágico natural…
»Los ojos de los hombres hablan tanto como su lengua, y el dialecto ocular tiene la ventaja de no necesitar diccionario para ser entendido por todo el mundo. Cuando la vista dice una cosa y la boca otra, un hombre experimentado se fía del lenguaje de la primera.»
De Buffon

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Un sábado por la mañana

UN SABADO POR LA MAÑANA

«De parvis grandis acervus erit»
De las cosas pequeñas surgen las grandes.

o bien:

“Disfrute de las pequeñas cosas, porque un día usted puede mirar hacia atrás y darse cuenta de que eran las cosas grandes. -Robert Brault”

 

Negros nubarrones 1

Negros nubarrones

El escribir no tiene que ir necesariamente unido o tener relación con algo importante o trascendente. Muchas veces, la mayoría diría yo, son las pequeñas cosas, lo cotidiano e intrascendente lo que sientes con mas profundidad, lo que cala sin darte cuenta en el sosiego de tu espíritu, lo que mas nos afecta – aunque solo sea por eso de que es a lo que mas tiempo dedicamos-, lo que mejor sabemos hacer, lo que te ayuda para afrontar el día a día y resolver los problemas.

 

Las primeras luces del día que amanece, esos minutos que dedicas a preparar el desayuno, recién levantado, con movimientos mecánicos y rutinarios y con la mente casi en blanco, totalmente relajado, en los que no quieres entrar en contacto con el mundo, ni siquiera pensar, envuelto en el silencio que señorea la casa que como un colchón protector nos aisla y protege del mundo circundante. Silencio que solo rompe el resorte del tostador, o el borboteo de la cafetera, o el tic-tac de las agujas del reloj, pero que forman parte de los pequeños y asumidos ruidos de esos primeros minutos. Abstraído, aspirando el aroma del café y de las tostadas recién hechas, concentrado en que el aceite quede repartido uniformemente por el pan. Nada más. Coges la taza del café con ambas manos para intentar calentarlas y observas con detenimiento el movimiento del líquido después de agitarlo con la cucharilla. Es ese movimiento en espiral en el que tu mirada queda atrapada sin darte cuenta. ¡Qué vorágine! Es como el preludio del mundo que nos espera fuera.

 

Todos estos pasos, todas estas pequeñas tareas, todos estos pequeños movimientos y todos esos pensamientos forman ya parte de nosotros, los realizamos en un tempo y de una forma concreta, siguiendo unas pautas o como si dijéramos un procedimiento específico, y sobre todo personalísimo, que con la edad se van definiendo con mas claridad y precisión, por aquello de que no podemos permitirnos el mas mínimo derroche de energía. Constituyen una referencia o guía que va a definir y conformar nuestra forma de ser y de actuar, de cómo afrontar los problemas: los cotidianos y rutinarios, los sencillos, los normales y los mas complejos y extraordinarios. Tienen la equivalencia en cierto modo con los ejercicios de un yoga a nuestro alcance, de llevar por casa, y nunca mejor dicho, y nos preparan y fortalecen para el resto de la jornada.

 

Podría parecer un asunto de risa o baladí, pero si todo evoluciona de esa manera en los primeros minutos u horas, si lo consigues, has conseguido encauzar y afrontar el resto del día con bastantes posibilidades de éxito, entendiendo por éxito el que las cosas evolucionen dentro de una normalidad controlada, pero con un control sin esfuerzo, equilibrado y relajado, es decir que nos van a salir bien, como nos hemos propuesto. Pues de todos los días de la semana esas condiciones tal vez se den con más frecuencia los sábados por la mañana.

Sí, para mí es sin duda el día ideal para conseguirlo es el sábado por la mañana.

¿Y ahora que lo pienso, no tendrá eso algo que ver con la ascendencia judía que tenemos? Pues para los judíos, el sábado o sabbat es el día sagrado, de relax total, vamos que no se puede hacer nada de nada, ni pensar, bueno estoy exagerando un poquito.

Pues bien no lo olvidemos, el iniciar bien el día es clave para conseguir los objetivos en el resto del mismo, y las pequeñas cosas tienen muchísima importancia. He dicho.

 

Murcia, 31 de enero de 2015

 

Impresiones del escribidor:

Esta mañana, a primeras horas, cuando me dirigía al campo después de dejar a mi mujer en casa de mi hija, el cielo por el noroeste se oscurecía con un frente de nubarrones oscuros que avanzaban impulsadas por el viento, me dirigía yo por la Ronda Oeste en dirección al Puerto de la Cadena, los rayos de sol iluminaban los lomos ondulados de las montañas de la cordillera sur( el Valle, el Puerto y Carrascoy), donde brillaban los pinos verdeantes, una claridad deslumbrante en el horizonte en contraste con las lo negros nubarrones que venían del noroeste, cruzando la vega a marchas forzadas pisándome los talones, con quedejas grises que anunciaban la lluvía. El aire cálido mantenía la temperatura cercana a los veinte grados y detrás como negras “walkirias” avanzaban las nubes.
Por unos momentos el tremendo contraste me impresionó por su belleza. Parecía como si las fuerzas del mal (la oscuridad) se hubieran desencadenado y avanzaran con fuerza empujando sin contemplaciones a las fuerzas del bien (la luz) que se retiraban precipitadamente a sus cuarteles de invierno, incapaces de parar la avalancha que se les venía encima.

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Alberti y Picasso

ALBERTI Y PICASSO

Los ojos de Picasso-Alberti

Los ojos de Picasso_ Rafael Alberti

Para mí, Avignon va asociado a mis viajes a Francia, en los primeros años(allá por los años 80) teníamos que pasar inevitablemente por la ciudad, por aquel entonces subíamos desde Nîmes buscando la autopista que bajaba de París y Lyon- pues más al sur todavía no se había construido la autopista de Nîmes a Aix en Provence -, y que nos llevaría mas seguros y rápidos hasta Cannes, nuestra meta. Pasábamos la ciudad bordeando el Ródano y sus puentes que se quedaban a nuestra izquierda.

Creo recordar la famosa cancioncilla que los niños franceses cantaban sobre el famoso puente sobre el Ródano, cuyo estribillo era algo así, si no recuerdo mal, como:

Sur le pont d´Avignon, on y dance, on y dance,
Sur le pont d´ Avignon, on y dance, on y dance
Sur le pont d´ Avignon, on y dance tous en rond…

Y que le cantábamos a nuestra hija para entretenerla al bordear la ciudad en esos primeros viajes.

Leyendo el libro de Pedro Guerrero dedicado a Alberti, me he quedado colgado de su capitulo V dedicado a la visión de Alberti con respecto Picasso, son muchas las connotaciones y coincidencias de ciudades y pueblos que sirvieron de contacto entre ambos personajes Alberti-Picasso y que me resultan familiares pues las he pateado a lo largo de los últimos años. Este capitulo gira en torno de una macro o magna exposición de Pablo Picasso en el Palacio de los Papas en Aviñon en el año 1970, el pintor estaba en la última etapa de su vida _que no se distinguió precisamente por su falta de creatividad_, falleció en el año 1973, en su casa de Mougins pueblecito muy cercano a Cannes, en su residencia de Notre -Dame de Vie. Alberti había aprovechado su estancia en Antibes, bastante cercana a Cannes, dónde residió durante varios meses, para contactar y hacer amistad con Picasso en el año de 1969 cuando este preparaba ya la magna exposición de Avignon.

Picasso siempre había sentido predilección por esta región, La Provence, y particularmente por el departamento de los Alpes Marítimos que es tanto como decir la Costa Azul, por ese clima privilegiado respecto al resto de Francia, y por esa luz que tan familiar – y a la vez tan necesaria para el desarrollo de su obra- tan parecida a la de su país, España. Era mediterráneo de pura cepa y estaba enganchado a esa luz y a esa cultura, y aunque los franceses quisieron apropiárselo -pocas figuras hay tan españolas como él-, vano intento. Su obra lo manifiesta con exuberante afirmación. Así que para la exposición de Avignon trabajo arduamente para recrear una serie de personajes mas propios del barroco que de los últimos ismos(mas de doscientos cuadros).

Para Alberti, Picasso invade el castillo de los Papas con la plasticidad de cien hombres, acompañados de por mas de treinta mujeres, dos enanos, dos arlequines y un Pierrot, varios niños, algunos ramos de flores y unos frutos, como si se tratase de una revolución variopinta que toma las estancias de los Papas, la capilla de Clemente VI, la cámara de Camarero y la de los Notarios…Una revolución de color en los muros, por las paredes de las salas inmensas del Palacio de los Papas. Una revolución fraguada en el taller de Mougins, en Notre-dame de Vie, desde enero de 1969 a febrero de 1970.

El primero de mayo de 1970 -como si se tratase de una manifestación-, toma la Capilla, las Cámaras y hasta la sacristía del Palacio, donde también expone en tinta china, tiza, lápices de colores y pasteles. Un total de ochenta y seis hombres y mujeres en actos de amor, “mujeres desnudas en reposo, como dormidas o soñando, en comprometedoras postura. Caballeros que miran complacidos las formas desmesuradas de muchachas ante el rebrujo muercielaguil de alguna celestina. Extrañas escenas con ecos de carnaval o circo y juveniles parejas en cueros que se contemplan audazmente antes de besarse…”, dice Alberti en Picasso en Avignon. Y se pregunta”¿Es Babilonia que vuelve?”

Esa lujuria de la plasticidad figurativa trata el poeta de convertirla, asimilarla y manifestarla poéticamente un estilo próximo al divertimento erótico de la vanguardia picasiana, de condena, a través de la “Epistola Luciferi”, con versos en cuaderna vía, dice:

“El fuego del infierno corre por Aviñon.
Papas y cardenales le dan su bendición.
Ya ni San Pedro puede pedir su excomunión.
Dicen que de Mougins llegó tal perdición.”

Mas adelante escribe:

”Como soy Lucifer y como tal hablo más con quién ostente el título de Diablo, te diré que el que vino aquí se llama Pablo. Nunca entró en Aviñon mas infernal venablo”.

Mientras que Lucifer, en léxico popular, que recuerda las coplas populares y la tradición oral mas “picante” nos descubre la exposición:

“Jetudas ojitrancas y fieros narigudos,
enanos vejancones y pandorgos barbudos,
sin olvidar las rajas y los nabos agudos
de la mujer y el hombre cuando trincan desnudos”

Lucifer, finalmente le augura el infierno al autor de la exposición, por considerar que algunos cuadros no están realizados con el debido respeto ni al lugar, ni a la moralidad:

“Por una y otra pierna que entran en la entrepierna
Con la llama que en punta penetra en la caverna
Y el mordisco que súbito las tetas desgobierna,
Yo, Lucifer, te auguro la oscuridad eterna”.

Aquella exposición era para Alberti una fiesta. Y nos dice el poeta:
“Es la Kermés heroica. El asalto a los muros, cien cuadros desplegados en doble fila a veces. Son banderas, estandartes, gonfalones al viento. Estallan los colores, estampidos de fuego de artificial. Explosiones de verdes, blancos, azules, negros, lilas, morados, marrones, ocres, grises, amarillos, rojos… en todas las combinaciones posibles e imposibles (…). Puntos, rayas, Cintas giratorias. Algarabía. Todo da vuelta. Grita. Canta. Vocifera. Se calla. Avanza. Retrocede. Invade. Apresa. Ojos feroces. Barbas. Pipas. Espadas. Cascos. Senos desnudos. Cuerpos descompuestos.(…) Tambores. Trompas. Cornetas.
Kermés heroica. Han llegado los españoles, los rojos y amarillos españoles…”.

En fin es una pequeña muestra del relato, la hiperrealizada poetización en un intento de acercamiento a la plasticidad del genio, en el que Alberti reclama el siglo para el pintor, en el acontecimiento más importante del espacio geográfico(a orillas del Ródano) entre el fin del siglo XX y el comienzo del tercer milenio, para que quede claro que Picasso es el espacio y el tiempo, como es también, el arte. “Picasso no está solo. Picasso es hoy el hombre menos solo del siglo XX”, añade Alberti en su libro Picasso en Aviñon.

Mi acercamiento a Avignon, a Cannes, a Mougins, a Vallauris y Antibes, en estos temas ha sido frustrante, solo ha supuesto la confirmación de una percepción de los rastros y sombras de lo que fueron. En Mougins la residencia Notre-Dame de Vie- que ya no se llama así pues su nuevo propietario se lo cambió ¿El minotauro o algo así?_, ante la valla de unos jardines cerrados a cal y canto. Mougins el pueblo provenzal con unas ciertas reminiscencias de lo que pasó en los últimos años, – Y en el Nice-Matin, periódico de la región, se ha publicado recientemente la reventa de la antigua residencia de Picasso a un nuevo comprador, por 170 millones de euros, el anterior la había comprado a los herederos por 10 millones – .Y que decir de Valauris, donde desarrolló su obra artística como ceramista en colaboración con el ceramista Madoura- reseñar los murales de la iglesia del castillo-, es perderse en una comercialización enfocada al turismo de masas, donde revolucionó el diseño de la popular y anodina cerámica del lugar(en su día claro). Y Antibes, donde se encuentra una parte significativa de la obra de Picasso, en el museo Grimaldi- sobre todo la relacionada con la que pintó allí_, donde se conservan algunas obras de Alberti. Está claro que llegué tarde, demasiado tarde, de la genialidad y creatividad española solo quedaban pequeños rastros, débiles reflejos. Fue como un tsunami, que arrasó con todo lo que había antes.
Murcia, 30 de enero de 2015

 

Fuente: Rafael Alberti. Arte y Poesía de Vanguardia.
de Pedro Guerrero Ruiz. Universidad de Murcia

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TORNASOL

TORNASOL

tornasol_tertulia glorieta

Servilleta del bar

 
Martes por la mañana, día de tertulia, encuentro en la soleada terraza del bar Tornasol, en la Glorieta de España, un nombre que me trae connotaciones de muy variado carácter y que tienen bastante que ver con lo que somos y representamos. Como uno de los personajes que es de Tin-tin, famoso comic de Hergé, famoso en una tierra de comics famosos- Bélgica y mas concretamente Bruselas está considerada como la capital del comic- el antiguo Flandes que fue dominio de la corona española, las provincias del sur para distinguirlas de los Países Bajos las provincias del norte que se independizaron antes del dominio español o tal vez sería mejor decir del dominio de los Habsburgo- tema en el que estoy bien documentado, pues no tenéis que olvidar que estoy leyendo la biografía definitiva de Felipe II-.

 

Pues bien, el personaje de Tornasol surge en la serie del comic “Las aventuras de Tintín”, de un modelo real, pues es la viva imagen del profesor e inventor Auguste Piccard, un amigo de Hergé. Se trata de uno de los personajes principales de este cómic: excéntrico, distraído y sordo para mas inri – Virgen del Amor Hermoso!-, siendo quizás el cuarto en importancia tras Tintin, Milú y el Capitán Haddock, aunque el hecho de ser un hombre mayor y disminuido físicamente, hace que no tenga protagonismo en todas las historias, pues se sobreentiende que muchas de las aventuras emprendidas por Tintín y Haddock, supondrían un nivel de exigencias físicas que estarían fueran del alcance del personaje(por no decir de nosotros mismos), y además serían peligrosas para su integridad física,  y por las que no tiene el menor interés y por supuesto ni siquiera posibilidad de participar. Incuestionable afinidad de caracteres y de condiciones que diría yo, y además con bigote y usa sombrero, casi un calco.

 

Bien, pues está claro, ya tenemos la explicación de la elección del lugar de tertulia, no es que hayamos sido conscientes de las circunstancias y características que rodean al personaje, que seguramente pasaron por alto a la mayoría de nosotros, pero sin embargo ahí están, el subconsciente nos ha traicionado y de alguna forma hemos venido a caer con el personaje que mas se aviene o mas afín a nuestra situación actual- y no digamos a la mía-, a nuestra forma de entender y afrontar la vida- la que nos queda-. Algo que es innegable. Somos lo que somos y ninguno cumplirá ya los sesenta y cinco.

 

Así que ahí estamos, casi siempre los mismos, luchando por preservar un hueco en el tiempo de nuestra actividad actual dedicado a intercambiar opiniones y a charlar, sin mas trascendencia que la de pasar un rato agradable con los amigos, y aunque solo sea de pasada y para que os hagáis una idea, paso a describirlos por sus aficiones o afliciones según lleve cada uno eso de las funciones asumidas – o asignadas, para aquellos que no se definen claramente-, así tenemos desde : el fotógrafo y amante de la fotografía, el vendedor-promotor inmobiliario, al escritor, el cuidador de nietos, el deportista-senderista, el químico-botánico agobiado por las obligaciones familiares, al viajero que no para, al director y actor de teatro, al que todavía se cree que es joven y presume de ello, y el bloguero que soy yo, a la caza y captura de temas para su blog, y a algunos mas que de momento no procede enumerar pues sería demasiado prolijo.

 

Allí estábamos bajo los cálidos rayos de sol- y de nuevo bajo los efectos del anticiclón-, en la Glorieta, al resguardo del viento frío de tramontana, hablando de lo divino y lo humano, acompañados por la “música”o mejor sería decir de la «murga» del grupo de manifestantes (trabajadores de Ayuda a domicilio para personas dependientes) que se explayaba frente al Ayuntamiento de la ciudad, grupo que cantaba sus reclamaciones y quejas al ritmo de trompetas, cornetines y pitos, recriminando y apostrofando a los responsables de hacer efectivas sus nóminas – que no habían cobrado en los últimos meses – manifestaciones y quejas que se estrellaban ante la impertérrita, impoluta e impecable y tal vez debiera mejor decir inconmovible y recién rehabilitada fachada del Ayuntamiento.

 

¡Que vivan las apariencias!

 

Murcia, 27 de enero de 2015

 

Nota del escribidor :

La ocasión la pintan calva y hay que cogerla por los pelos, en este caso ha sido por el bombín.

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La calle de la Greña

 

Este post que he recuperado de antiguos escritos, es un pequeño homenaje al escritor francés Patrick Modiano, al que no tengo mas remedio que reconocer como maestro indiscutible en la materia que he esbozado en este post, porque las calles y plazas, los edificios y monumentos, los parques y jardines de nuestra ciudad, como para él lo ha sido París, constituyen y forman parte de nuestra memoria y van asociados y despiertan nuestros recuerdos. O como él menciona en una de sus obras: “Me basta con dar un taconazo en algún punto de París para que broten los recuerdos como haces de chispas”.

Pues eso digo yo.

 

 

LA CALLE DE DIEGO HERNANDEZ O DE “LA GREÑA

 

 

 Estacion_del_Carmen

 

 

Estación del Carmen

 

 

La culpa de todo esto la tiene Antonio Frutos, compañero alfonxino, que con su ”animus buscandis” no cesa de hurgar en los repliegues, recovecos y meandros de nuestra memoria, a la búsqueda, caza y captura de posibles “Alfonxinos”_antiguos compañeros de estudios_  perdidos o extraviados en los celajes de la bruma del tiempo.

 

            ¡Vaya sabueso! Pertinaz y perseverante como ninguno.

 

Empezó a preguntar sobre posibles compañeros, un tal Belmar, que podían proceder de esta calle, o de las adyacentes y cercanas. Y ahí me tienes a mí dándole vueltas al caletre, e intentando recordar. Y es entonces, cuando empiezo a ser consciente de lo poco que recuerdo y de lo mucho que he olvidado.

 

Así, que he empezado a reagrupar los recuerdos dispersos que aún conservo de esa época y esa calle, sobre la gentes que la poblaban, de los que eran mis vecinos y conocidos, recuerdos que se han ido difuminando con los años, perdiéndose entre la bruma (la boria que diríamos los murcianos) del pasado. Que como decía el famoso tango de Carlos Gardel “que veinte años son nada”, pero cincuenta ya mandan romana, sí.

 

Fue la calle en la que residí con mi familia durante diez años de los 7 a los 17 años,  en los años 50  y primeros de los  60, en Murcia, durante el transcurso de mis estudios, primarios en las Escuelas  Preparatorias en el Plano de San Francisco y secundarios en el Instituto de Alfonso X el Sabio, hasta finalizar el bachillerato.

 

Sí, he empezado a recordar, el proceso es imparable, y los recuerdos se agolpan en tropel. La gente, las familias, las tiendas, los amigos, porque era un pequeño mundo que parecía hecho a nuestra medida, dónde se respiraba un ambiente especial, casi familiar diría, como en un pequeño pueblo, dónde todos nos conocíamos y todo ello circunscrito a unas pocas calles y callejones que nos rodeaban, una pequeña cuadricula del barrio, de nuestro barrio, el más castizo de Murcia, el barrio del Carmen.

 

            Mi calle era una travesía de la calle Floridablanca, se iniciaba en esta y desembocaba en la Estación de ferrocarril del Carmen. La descripción que hago en este post se corresponde con aquélla época-años cincuenta y sesenta del pasado siglo-.

 

Fueron años duros, pero hermosos a la vez. Que poco teníamos (cosas materiales) pero éramos ricos en otros conceptos, la ilusión de vivir y disfrutar era imparable y ante la escasez el ingenio se agudizaba y manifestaba en nuestros juegos infantiles. Las relaciones eran más fluidas, mas naturales y la calle era el campo de acción de nuestros juegos: los rompes, los petos y el guá, la pelota, el frontón, el escondite, el levanto la maya y otros muchos. Y en aquellas horas de recogimiento siempre quedaba la posibilidad de refugiarse en la lectura, una forma de evadirte de la dura realidad circundante y dar rienda suelta a la imaginación, con la búsqueda  de otros paisajes, de otras gentes, de otros mundos.

 

Allí estaban la tienda de ultramarinos, la lechería, el carbonero, el zapatero, la pequeña bodega, la casa de comidas, las casas de huéspedes, la pequeña mercería, en fin todos los pequeños negocios a que daba lugar la actividad económica del barrio y que casi siempre servían como punto de encuentro y de relación de los vecinos.

 

Y como no hablar de los vendedores ambulantes, los carritos impolutamente blancos del helado con sus horchateras de chambi y los triciclos con el carrito acristalado con pasteles, que con su llamada a cornetín te convocaban a la degustación de estas delicias, al grito de ¡al rico helado mantecado¡ o ¡la rica mona!, golosinas que la mayoría de las veces estaban fuera de nuestro alcance.

 

Sí, era como un río, un afluente porque la calle en su inicio era más estrecha, dónde predominaban las casas de una o dos plantas, con sus ” terraos” llenos de macetas y sus ventanas y balcones con verjas de hierro (la parte más antigua) y que progresaba con un trazado irregular que se iba ensanchando conforme se acercaba a la Estación(la parte mas moderna), dónde ya los edificios y casas eran más altos, de tres o cuatro plantas.

 

Era una calle tranquila, sobre todo en su extremo norte dónde nacía,  sin cambios desde principios de siglo, estancada en aquellos años, los años 50 y 60, pero a la vez con un color especial.

 

Y conforme te acercabas a la Estación entrabas en otro mundo, como más cosmopolita, al menos así nos lo parecía a nosotros. Con su armoniosa y equilibrada fachada y el trasiego de trenes, las grandes locomotoras negras y rojas resoplando vapor como cansadas del largo viaje, sus potentes silbidos, la carbonilla que impregnaba de un color grisáceo todo, los viajeros presurosos unos, con sus maletas de cartón o sus hatos de ropa y pacientes otros esperando,  las galeras tiradas por  jamelgos tristes que agitaban sus colas espantando moscas (los taxis de aquéllos años de penuria y escasez) a la sombra de los eucaliptus junto al jardín de los Viudes, conformaba una estampa de principios de siglo, una bella estampa, pero una estampa demodé.

 

Era una calle dual, con una matizada dualidad, en continuo y cambiante movimiento, pero siempre sorprendente, entre la tranquilidad del barrio y el ajetreo de la Estación, como un extraño y cambiante caleidoscopio.

 

Se veía como una vieja estampa costumbrista del pasado siglo.

 

Sí, era como una hermosa estampa, una estampa de color sepia.

 

Sí, así era mi calle. Así es como la recuerdo.

 

Pero tal vez esos recuerdos, que llegan atenuados y difuminados con  la perspectiva de los años, nos hacen  idealizar la realidad que  conocimos.

 

 

En Murcia,   22 de enero de 2015

 

 

Nota del escribidor:

 

            No he entendido nunca el apodo que tiene la calle de Diego Hernández o  de  «la Greña”,  como se la conoce en el ámbito carmelitano-el Barrio del Carmen-, tal vez se refiera a que el pasado habría peleas y trifulcas, pero mis recuerdos van siempre asociados a mis juegos y al marco de mis relaciones con los vecinos, una calle tranquila, sin conflictos ni peleas.

 

De todas formas, hasta en eso es especial, pues es una de las pocas calles de Murcia con la suficiente personalidad, para tener y ser conocida por un sobrenombre o apodo.

 

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Crónica de un funeral

CRONICA  DE UN FUNERAL

 

 Detalle del funeral de Carlos V

 

 Detalle de la procesión del funeral con los caballeros españoles

 

Corría el año de 1558, era el 29 de diciembre, los meses anteriores habían sido un cúmulo de malas noticias, y habían ido golpeando duramente su realidad, primero la muerte de su padre el emperador en el mes de septiembre, dos  semanas  después fallece  su tía María de Hungría que tantos años había ejercido como gobernadora de los Países Bajos,  a primeros de noviembre fallecía la reina Maria Tudor y el mismo día un poco después fallecía el cardenal Pole. Todas las referencias, todos los apoyos de las personas claves en las que tenía depositadas la confianza y en las que esperaba la resolución de algunos de los problemas más  graves  que agobiaban a su gobierno habían ido desapareciendo, todo en el transcurso de los tres últimos meses, un annus horribilis se cerraba, una nueva etapa comenzaba.

Salió de su aislamiento en el monasterio de Groeenendaal en las afueras de Bruselas donde se había retirado,  para desfilar a la cabeza de los caballeros del Toison de Oro en un espectacular procesión funeraria, en las que iban todos cubiertos de negro en homenaje al emperador fallecido.

Se encontraban otra vez los principales protagonistas de los primeros años del reinado de Felipe: Antonio Perrenot (Obispo de Arras), que oficio parte del servicio, Alba, que iba precediendo al rey como su mayordomo mayor y Ruy Gómez acompañado de su sequito en su calidad de sumiller de corps. Guillermo de Orange, en cuyo hombro el emperador había descansado su brazo durante la ceremonia de abdicación celebrada hacía tres años portaba un globo terráqueo  para representar la extensión de los territorios del difunto monarca. El resto de los caballeros flamencos (Egmont y otros)  y españoles, iban siguiendo al rey en dos filas, todos ellos ataviados con mantos y capuchas negros.

El cortejo entró en la catedral de Santa Gúdula, donde aproximadamente cuatro décadas  antes el emperador había sido aclamado como rey de Castilla, Aragón, Nápoles y Sicilia, y allí oyeron misa antes de retirarse con Felipe al palacio. Solo el clero se quedó para guardar una vigilia silenciosa. Al día siguiente, Felipe volvió a conducir a los caballeros encapuchados del toisón a Santa Gúdula y, tras escuchar otra misa, todos se reunieron en torno al catafalco. Según el vívido relato de Richard Clough, un inglés que había logrado penetrar en la iglesia.

Había un noble junto al catafalco (que por lo que pude deducir era el príncipe de Orange) el cual situándose frente a él golpeó con su mano el ataúd y dijo “está muerto”. Tras permanecer en pie un rato más, dijo “muerto seguirá”. Y luego, tras una pausa, volvió a golpearlo y dijo” está muerto y otro se ha alzado en su lugar, más grande que él fue nunca”.

Entonces unos de los caballeros se adelantó, y sus colegas, con gesto dramático, le retiraron la  capucha, revelando así la identidad de Felipe II el cual, ahora con la cara al descubierto, volvió a encabezar la procesión por las calles de Bruselas de vuelta al palacio.

“Sin duda  valía la pena recorrer cien millas para presenciar el espectáculo”, escribió Clough impresionado porque, “no había visto nada parecido en mi vida”.

El uno de enero de 1559, por primera vez desde que tuvo noticia de la muerte de su padre, el rey cenó en público y la corte  retomó su ritmo normal.

Desde que comenzó a gobernar  más de quince años antes Felipe había ansiado  independencia y respeto, y le parecía que nunca lo había tenido.  Pues mientras el emperador su padre y su tía habían vivido no había tenido el pleno reconocimiento de sus allegados. Ahora que tanto María su tía como Carlos su padre  habían desaparecido, el deseo de Felipe se había hecho realidad: a partir de entonces siempre recibiría “el respeto que se me debe tener”.  Nadie volvería a utilizar con él el  tratamiento de vos.

En abril de ese mismo año de 1559 se firmaría el tratado de Cateau- Cambrésis, la paz con Francia su enemigo más acérrimo, por el que se garantizaba el dominio español sobre Italia y se acordaba  su matrimonio con Isabel de Valois, hija de Enrique II y de Catalina de Médicis.

 

Murcia, 18 de enero de 2015

Fuente:

 Felipe II. La biografía definitiva

de Geoffrey  Parker

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El anticiclon

EL ANTICICLON

 

El anticiclon 2

 

El anticiclón

 

Sí, es el anticiclón, ese tiempo en que las altas presiones empujan a las borrascas hacia al norte que barren inmisericordes los países europeos del norte y centroeuropa, los temporales de nieve, el cierre de aeropuertos y el colapso de autopistas están al orden del día. Sin embargo al sur, mas al sur en parte de España y en la región de Murcia, por obra y gracia del anticiclón el tiempo es estable, las isobaras se estiran y ensanchan  distantes unas de las otras, no soplan los vientos heladores del norte y el sol brilla durante el día con sus calidos rayos, las madrugadas frías dan lugar a unas mañana en las que predominan las brumas y nieblas , dando al paisaje un aire de difuminado misterio, un halo mágico y evanescente que los rayos de sol se encargan de deshacer poco a poco, conforme los hados de la noche se retiran a su morada.

 

Sí, así es el anticiclón, así se manifiesta: estabilidad, tranquilidad, frío en la madrugada y casi calor al mediodía, cielos azules y despejados, una A mayúscula instalada en el centro de la Península. Pues igualmente esta situación se trasmite a nuestro ánimo después del torbellino de la Navidad, el Año nuevo y Reyes, un tiempo nuevo nos ha tocado vivir, pero a la vez un tiempo conocido, pues es el que se hemos andado un año tras otro por estas fechas, un tiempo de reflexión en el que nos volvemos a replantear el como afrontar los tiempos nuevos que se avecinan y que despiertan tantas incógnitas e incertidumbres en nuestro futuro, porque el porvenir o lo porvenir es lo que suscita la preocupación, lo que nos inquieta.

 

Hemos retomado los temas que dejamos a medio o interrumpimos antes de las fiestas, pero me temo que nada es lo mismo ya, nada es lo que fue, ni incluso mi actitud hacía la lectura, con la entrada del año parece haberse roto la inercia o tal vez habría que decir maleficio que me tenía paralizado en este aspecto y de nuevo he vuelto con renovado vigor o tal vez debería mejor decir entusiasmo a donde solía, así que aquí me tenéis enfrascado en la lectura de varios libros a la vez, por lo de aquello  que en la variedad está el gusto, y ni corto ni perezoso me he embarcado en la lectura apasionante del recién descubierto Modiano y de su obra la Trilogía de la Ocupación(regalo de Reyes de mi hija),  después de haber dado cuenta de su otra obra En el café de la juventud perdida, simultaneándolo con una obra de historia, Felipe II. La biografía definitiva de Geoffrey Parker, porque no sé si hay una figura tan desconocida como él, desconocimiento que se manifiesta en el común de la gente, fuera de los que no sean ya los tópicos que todos conocemos sobre la misma. Y todo esto se complementa con un ensayo o estudio del murciano Pedro Guerrero: Rafael Alberti. Arte y Poesía de Vanguardia, una joya encontrada en un apartado stand o caseta de libros usados o de viejo, justo en la víspera de Reyes cuando la Cabalgata se retiraba Gran Vía abajo, arrastrando tras sí, como un caleidoscopio de luces, músicas y colores, la fantasía infantil y menos infantil, la inocencia, y la ilusión sin límites que se vislumbraba en las miradas de los niños. Fue como otro regalo de Reyes como si el último fogonazo en la noche de la Estrella de Oriente indicara el lugar del acontecimiento o mejor dicho del descubrimiento.

 

Y como muestra de ello una poesía de Alberti que hace de introducción – a falta de prólogo-  del genio y el artista, del poeta y del pintor que lo era también y de una extraordinaria sensibilidad:

 

“Dios creó el mundo – dicen –

y en el séptimo día,

cuando estaba tranquilo descansando,

se sobresalto y dijo:

he olvidado una cosa:

los ojos y la mano de Picasso”

 

No sé, no sé… Tal vez he ido divagando un poco, instalado en esta placidez que nos envuelve en estos dias en los que el Anticiclón se extiende por la Península, pero que se manifiesta con mas fuerza y se acentúa en la región. Como es ya tradición todos los años por estas fechas.

 

 

Murcia, 8 de enero de 2015

Nota del escribidor:

Esto de los «post» siempre se plantea como un desafío que hay que superar…., como un coloquio entre el escribidor y el otro, otro que se agazapa en los margenes de la imaginación o que se esconde travieso en los recovecos de la creatividad, aunque también se podría decir con mas propiedad que es un soliloquio con uno mismo, en una lucha permanente por sacar destellos, por chispear, por poner a prueba y retar a una mente que no se resigna a decaer.

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El sagrado muérdago

EL SAGRADO MUÉRDAGO

Temas navideños

 

 Muerdago en la region de Murcia

 

Muérdago en el interior de la Región de Murcia_toma de Diego Noguera

 

 

Los   temas de los post surgen de forma casi involuntaria, espontánea diría, y casi sin darnos cuenta: una mirada aquí o allá, un comentario aislado, una alusión botánica, un articulo aparentemente no relacionado con el tema, el constatar las costumbres y la cultura de un pueblo de la antigüedad, todo ello sin aparente conexión, cuando surge la chispa y se desencadena la cosa, hemos cogido el hilo conductor del relato, vamos tirando del hilo y enganchado al mismo como en una ristra el resto del artículo surge con una cierta coherencia y sentido, la historia va tomando forma y el parto se inicia, habemus post..

 

Algo así ha pasado con el muérdago, una alusión en un post anterior, sobre la costumbre que tienen en Francia de regalarlo por estas fechas, como un amuleto de la suerte y que junto con la mimosa ha atraído mi atención en la Navidades en la Costa Azul. Una foto colgada en nuestra página “web” por un compañero montañero que lo había localizado_algo bastante insólito _ en una de sus excursiones por las montañas del interior de la región. Un comentario del experto botánico del grupo, que lo identifica con su nombre científico (viscum album) minusvalorándolo precisamente por su característica mas peculiar y mágica, por ser un parásito, que normalmente se alimenta y crece de y en ese otro árbol, el roble, uno de los árboles sagrados de los celtas o en el pino en la zona mediterránea, como claramente se aprecia en la fotografía.

 

Los árboles, las plantas y las hierbas tenían una gran importancia para los celtas. Para ellos toda la Naturaleza estaba animada y penetrada de fuerzas y energías telúricas. A través de esa conciencia profundizaban en la magia de las plantas y lograban conocimientos muy profundos sobre las mismas.

 

Los templos de los celtas eran bosquecillos o bosques sagrados. Antes de la influencia cultural de los griegos y la conquista posterior por los romanos los celtas no construían templos, no al menos como nosotros los entendemos. Muchos autores informan sobre “torres sagradas”, pero se refieren siempre a un lugar en el bosque, a un calvero, un claro sagrado, el nemeton, un santuario. César, en su Guerra de las Galias, nos informa sobre sus tradiciones. El santuario típico celta estaba situado, pues, en pleno bosque. El nemeton galo era un lugar de intercambio sagrado entre el mundo divino y el mundo de los hombres. Todo nemeton es un omfhalos, es decir, un centro del mundo o dicho de otra forma el ombligo del mundo donde se inició su creación.

 

Cuando Diego Noguera menciona al druida Panomarix personaje del famoso cómic francés de Ásterix y Óbelix en la aldea gala que resistía imperturbable el acoso de los romanos, el druida provisto de una hoz de oro, cortaba el muérdago como uno de los ingredientes imprescindibles para preparar  la poción mágica que los haría invencibles, tales eran sus propiedades mágicas.

 

Pues bien, en el centro de los rituales druidas se encontraban los robles, de los que crecía el muérdago. La poda de los muérdagos se realizaba en el sexto día del ciclo lunar. El druida, el sacerdote de los celtas, cortaba las ramas personalmente con una hoz de oro. La hoz de oro representaba los símbolos lunares y solares, el oro como símbolo del sol y la hoz como símbolo de la luna. Las ramas se juntaban en una tela blanca, y los druidas tenían que portar también una vestidura de color blanco.

 

Los árboles del culto de los druidas eran el tejo, el avellano, el serbal y el roble. El roble era un símbolo de conocimiento y poder. Cuando en él crecía un muérdago, significaba que la divinidad estaba presente en ese árbol. El muérdago se consideraba símbolo de la fuerza siempre fresca de la vida, pues como es sabido mientras que en el invierno todas las otras plantas se encuentran en un estado de letargo, casi sin vida (la savia no circula por el tronco ni por las ramas, sino que se encuentra concentrada debajo de la tierra en una parte de la raíz), el muérdago porta en sus ramas los frutos blancos, encarnando así la fuerza juvenil de la vida eterna y representando la inmortalidad.

 

Las leyendas la consideraban la planta de los dioses porque sus raíces no estaban ni en el cielo ni en la tierra. En el rito de su recolección nunca podía tocar el suelo y se tenía que colgar en las puertas como símbolo de buena suerte.

 

Según una antigua superstición, se colgaba sobre las cunas de los niños, para evitar que las hadas los robasen y los sustituyeran por otros.

 

Aparte de sus innegables virtudes para combatir la arteriosclerosis y la tensión arterial, se le atribuía el poder de proteger y curar de forma mágica. Actualmente se estudian sus potentes propiedades anticancerígenas.

 

El muérdago se utilizaba con profusión en las festividades asociadas al final del año celta, hacia el 1 de noviembre, y del solsticio de invierno. Con la aparición del cristianismo, entre el pueblo, siguió siendo considerado un buen augurio para sus poseedores, siempre que se hubiera cortado con la debida reverencia, pero su fuerte simbologia pagana hizo que cayera en desuso y olvidándose sus propiedades mágicas, salvo en lo que se refiere a la tradición digamos que «romántica». Ya en la antigüedad, se consideraba que besarse debajo de un árbol con muérdago aseguraba la duración del amor o incluso podía iniciarlo. Ése es el significado de la costumbre actual de besar a la pareja debajo del muérdago (colgado normalmente del dintel de una puerta o del techo, a falta de un roble o una encina): se supone que hace perdurar el amor.

 

Era además considerado un símbolo de paz y un poderoso amuleto protector, además del símbolo de la masculinidad, como contraposición al acebo, que era el símbolo de la femineidad

 

 En la antigüedad, el rito de cortar el muérdago era respetuoso y complejo. El mejor muérdago para cortar, el más valioso, era el que crecía en los robles. La tradición decía que había que pedir permiso a la planta antes de cortarla, y que quien no lo hiciera con la debida reverencia sufriría todo tipo de males. Había que cortarlo cuando la luna tenía seis días, de un tajo, utilizando una hoz de oro y evitando que cayera al suelo.

 

Mi primer contacto con el muérdago fue, como lo he comentado anteriormente, en los mercadillos navideños de flores y plantas en Francia, en la Costa Azul, e intuitivamente siempre lo identifiqué como algo especial. Por eso cual no ha sido mi grata sorpresa al verlo y sentirlo  presente, aunque solo sea en el soporte de una fotografía, en la zona montañosa del interior de la región de Murcia, pues lo tenía asociado a otras latitudes. Sientes que los antiguos y ancestrales lazos con la naturaleza y la divinidad que se manifiesta a través de la misma se han restablecido, aunque sea de esa forma intangible e inaprensible que se nos escapa. Como algo mágico en fin.

 

 

 

Murcia, 3 de enero de 2015

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Aquellos años en la Navidad

AQUELLOS AÑOS EN LA NAVIDAD

Historias de la familia

 

 El viejo Papa Noel_1855

 

El viejo Papa Noel_Ilustración de 1855

 

Vivimos años de abundancia, e incluso con la crisis económica que nos ha afectado tan profundamente en los últimos seis años la situación sigue siendo bastante aceptable por no decir francamente buena, y me refiero a las fiestas y celebraciones en la Pascua, las tiendas rebosan de productos característicos de la Navidad y de juguetes, los comercios se preparan para vender todos los productos que como los regalos navideños o juguetes para los niños con la excusa que es el Papá Noel siguiendo las costumbres de centro y norte de Europa, y dentro de unos días volveremos a celebrar la Epifanía con la venida de los Reyes Magos,  y los niños están atrapados en una pinza entre el uno y los otros, saturados con tantos juguetes, las ventas se disparan y el consumo parece retomar el camino dejado hace unos años, pero esto no siempre ha sido así.

 

Por mas que rememoro en aquellos primeros años de mi primera infancia no consigo recordar si los Reyes Magos se acordaron de mí y me trajeron algún juguete, no recuerdo si hubo algo, pero lo más probable es que sí, algún carrito o cochecito, pero lo que es seguro que para mí aquello fue intrascendente, pues no conservo un recuerdo de los mismos.

 

Mas adelante y ya viviendo en Murcia, los juguetes si alguna vez habían existido, desaparecieron definitivamente del horizonte navideño, había para que lo que había. Entonces los regalos tenían un matiz más práctico, las cosas necesarias, como prendas de vestir o unos zapatos, esos eran los mejores regalos. Era el invierno y que mejor cosa que un suéter de lana confeccionado por nuestras madres o abuelas, alguna bufanda o unos guantes.

 

Y eran estas prendas las que yo en principio, no sabía valorar, pues lo que a mi me hubiera gustado que me regalaran eran los suéter o jerseys que vendían en las tiendas, para mí mejores y mas perfectos. Y de hecho me los ponía a regañadientes por lo dicho anteriormente. Y solo mucho mas tarde empecé a darme cuenta de la importancia de estos regalos, pues eran algo especial, pues cada puntada, cada nudo y cada lazada hechos con las agujas de molde era el resultado de un acto de cariño y de profundo amor, en esas horas fuera ya de la jornada de trabajo en que al calor del hogar o del brasero en la mesa de camilla y hasta la hora de acostarse las prendas iban tomando forma, el cuerpo primero, las mangas después, tomando de vez en cuando la medida con las agujas cruzadas sosteniendo la parte hecha y con los ovillos de lana devanándose lentamente.

 

Y si hablamos del Papa Noel, ese era un personaje que no existía para nosotros en aquellos años,  y lo mas parecido que yo pueda recordar de esa figura sería tal vez la figura de mi abuelo materno que por aquellos días se dejaba caer en Murcia cargado en bandolera de una espuerta con habas y pésoles recién cogidos a la espalda  y de una capaza repleta de embutido, con rastras de la roja longaniza, de salchicha, de blancos, una hogaza de pan recién horneado, y como no de algún trozo de turrón que mis abuelos mismos habían elaborado.

 

 Ese era sin duda el equivalente al Papa Noel, a Santa Klaus o a San Nicolás-tanto monta- actual, era su contribución navideña que no faltaba ningún año. Recuerdo su imagen como si la estuviera viendo: de estatura media mas bien bajo, delgado, de andar ágil y seguro, con su sempiterno sombrero, su chaqueta de pana, su enjuto rostro bronceado por los aires y soles del campo, de ojos azules en la que la mirada apenas dejaba  traslucír una punzada de ternura, prematuramente envejecido, pelo gris que algún día fue rubio, parco en palabras y mas en demostraciones cariñosas, serio, siempre serio, pero ahí estaba, acudiendo presto y puntual a ayudar a su hija y a sus nietos en esas fechas tan especiales.

 

Y es verdad que no conservo recuerdos de los posibles juguetes, pero sin embargo si conservo la imagen nítida de mi abuelo materno que venía en nuestra ayuda, para mí era el Rey Mago mas querido, que venía del oriente con los mas preciados tesoros, era mi abuelo, todo corazón.

 

Siempre lo recordaré así.

 

 

 

Murcia, 31 de diciembre de 2014

 

Día de Nochevieja, preparándonos para dar la bienvenida al Año Nuevo.

 

Desde mi “blog” os deseo lo mejor para el Año Nuevo que entra. Que vuestros deseos se cumplan y vuestros sueños se hagan realidad.

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